mardi 29 juillet 2003

Ciertamente podrido me ando.
¿A qué se debe, señor Luz?, se me consulta últimamente.
Y yo:
- Muy sencillo, pichones; se escribe mal, se habla peor y se pronuncia como el reverendo o.g.t. Doquiera voy, escucho cosas asaz fulerías. Ya no abogo por la tiranía gramatical; ya internalicé la consabida máxima monárquica que decía: "el lenguaje ha fenecido, viva el lenguaje!"
Menuda verdad de perón-grullo: los chicos sólo quieren (queremos) divertirse, ergo Panam y otras s/n; las nenas se babean con el Echarri y otros s/n. Esto es: diez siglos de lingüística no sirven para un choto; o para un soto, si prefieren.
Pero cuidadito, lo que no admito bajo ningún concepto es la generalizada falencia a nivel dicción. Conozco individuos de vuestra especie "sapiens-sapiens", diría más bien bípedos cuasi-homínidos, quienes deben hacer enormes esfuerzos maxilodentolabipalatinos, hasta extenuarse y a veces defecarse sin más, para simplemente pedir una pizza por teléfono.
Por caso, pongamos que usted es una de esas personas, todo un varoncito sin mengua alguna en su virilidad, con un vozarrón que reíte de Julio Sosa. Claro que, pobre ángel, en un arranque de valentía, toma el teléfono puesto que desea, declara, solicita a viva voz y con toda su alma la presencia de un radiotaxi para ir a lo de su tía Nilda: inútil intentarlo, joven, no lo entenderán, el operador de base pensará (con todo o con ningún respeto) que Ud padece de un defecto congénito en la glotis o en la zona nasofaríngea (v.gr. adenoiditis), o que quizá Ud sufre de gigantismo de las muelas de juicio y éstas le han aprisionado la lengua, o que usted pertenece lisa y llanamente y ya para no engañarse, a la unión de los conjuntos "deforme", "pelotudo"; o aun se halla en su intersección: usted es deforme y pelotudo (lo que consitituye toda una desgracia consumada, una sorna a carcajadas fruto de su sino garca y socarrón y la concha de su hermana). En fin, para hacerla corta, le cortarán la comunicación ahí mismo: un diálogo trunco que no ha sido, acaso nunca fue y con toda seguridad jamás será. Y la tía Nilda no se lo perdonará, se referirá a Ud directamente como "mocoso de mierda qué te has creído".
Entonces usted, ávido de una solución, buscará de psicoanalizarse con un esbirro de Freud o Lacan, o con cualesquiera otros, pero esto es aún más difícil de ser logrado y la experiencia lo dejará más turulato de lo que estaba y además no logrará que Ud ceje en su nefasto parloteo de simio inteligente.
Ya ve, me lo sacan cagando de todos lados, buen hombre. Con mucha suerte, terminará sus días empleado en la profunda sordidez de un matadero (slaughterhouse, si Ud. es cholulo), propinando furiosos mazazos en el cogote a inocentes reses que encima hablan mejor que usted, lo que no es gran cosa, pero en ocasiones le mugen: "macho, no me amasijés, ¿yo que te hice, campeón?" Es una tristeza mayúscula, una pena mayestática que lo llevará al vegetarianismo, por ahí. Lo más probable es que usted (sí, usted), acabará por descerrajarse dos decenas de balazos en el escroto, pensando el acto más bien como "má sí, yo me pego veinte tiros en los huevos", aunque aún sin atinar a pronunciarlo. Una muerte del todo indigna, mi amigo. Mucho más piola es aprender a hablar, y entonces ¿qué mejor que empezar haciendo los palotes?

Dicho esto, paso a explicarle la forma, la posta; i.e., la norma fisiológica de la pronunciación de cada letra del abecedario. Y tenga presente que la letra con sangre entra.

A= sub hiatu oris congruo solo spiritu memoramus
B= labris per spiritus impetum reclusis edicimus
C= molaribus super linguae extrema appulsis exprimitur
D= appulsu linguae eirea superiores dentes innascitur
E= spiritus facit lingua paululum pressiore
F= dentes labrum inferius deprimentes
G= spiritus cum palato
H= contractis paululum faucibus ventus exhalat
I= spiritus prope dentibus pressis
K= faucibus palatoque formatur
L= lingua palatoque dulcesit
M= labris imprimitur
N= lingua dentibus appulsa collidit
O= rotundi oris spiritu comparatur
P= labris spiritu erumpit
Q= appulsu palati ore restricto
R= spiritum lingua crispante corraditur
S= sibilum facit dentibus verberatis
T= appulsu linguae dentibusque impulsis extruditur
V= ore constricto labrisque prominulis exhibetur
X= quidquid C atque S formavit, exsibilat
Y= appresis labris spirituque procedit
Z= vero idcirco Appisu Claudis detestatur quod dentes mortui, dum exprimitur, imitatur

post scriptum: si Ud se llegase a preguntar acerca de la pronunciación de la J, la Ñ o la U... vea... no se gaste, siga hablando, o "haciendo como que", el rústico idioma bolú.

Caminos andantes

Por no permitírmelo es que llego aquí. Porque jamás creí. Y jamás es una palabra inútil, incompleta; incapaz; nula de nulidad absoluta; inexistente.
Es extraño; estoy para escribir una historia sobre alguien a quien no conozco muy bien. Y además, pero esto sí lo sé, la tarea es algo que ya he concluido. He escrito, pues, aquello que vengo a empezar; y todo sucede luego de declararme su no ocurrencia.
De todos modos, no es cuestión de complicar las cosas. Tengo una feliz empresa por delante. Es grata, he de suponer, desde que me convencí de mi optimismo. Curiosamente, me he vuelto una persona demasiado optimista y esta dependencia me colma de inseguridad. Ya no pienso de manera positiva; pues no deseo engañarme. Cuelgo del extremo de un péndulo; en cada fin de ciclo tiendo a la loca esperanza de la felicidad; en cada fin de ciclo, luego, espero morir y así aliviar la probabilidad del caos, la negación de mis tontos buenos augurios.
Trabajo penoso el mío. Sin adultas asistencias o consejos, desde muy pequeño torturé mi voluntad. Hacía, de forma rigurosa y con fe inquebrantable ante mi decisión, todo lo contrario de lo que deseaba. Pronto conseguí una constancia perfecta, volvía siempre al principio, a lo que no madura nunca; renegaba de ideas de progreso y del progreso mismo. Al fin, la eternidad me demostró harto: de ser yo mismo mi verdugo y mi víctima, incapaz de hacer cualquier cosa.
Sometí al azar toda decisión. Pero entonces retomé la lucha, de suerte que cuando la suma de los dados determinaba un curso de acción obligado, subvertía mis reglas y las anulaba.
Años pasaron, académicos y simplones, trágicos y ni-fú-ni-fá.
La encrucijada. Un instante antes de perder la cordura, resolví retomar el manejo de mi infausto accionar, para rechazar aquella. Vuelta a patear el tablero. Aboliendo la cordura y, de paso, la locura, estaría libre de toda estructura. Esta clase de razonamientos rápidos e incontrastables por voto propio me enorgullecían.
Seguí adelante. Límite, contención, nada de eso conservaba sentido alguno. Asqueado de la inercia-realidad, rompía con ella, la dejaba, para ir en busca del verdadero amor. Sabía, por ende, que esa búsqueda sería falaz, pues el amor soy yo. El amor soy yo, repetí; el problema subyacente era lo otro. Ser verdadero amor y ser verdadero, cuando ya ni amor siquiera quedase siendo, pues el amor se termina en los demás o se apaga en uno. Casi, digo, no existe para nadie. Sino que lo existente es lo efímero, mientras que continuar con esta clase de zonceras es peor puesto que es de lo más aburrido.
Esta es la razón de mi enemistad con el pensamiento: es vago, es ignorante, es lento y es estúpido.
Luego, vagué por el mundo, lo cual nada significaba para mí entonces, sino que conservaba ciertos sentidos de lo pretérito para poder conversar con alguien. Así, en pasajes recónditos hallé personas y objetos que supieron hablar y escuchar; y viceversa. Hice cierto número de buenos amigos, cierto número definitivamente escaso. Momentos inolvidables viví, que aproveché para ejercitar la memoria y menciono de puro agradecido.
Había sabido ser invasor y visitante de recónditos sitios. En un caserío bochornoso mujeres parían caballos y los hombres practicaban sesudas transformaciones luego del coito. Entre medianoches insólitamente cálidas los veíamos pasear: potros indómitos corcoveando entre hombres encapotados por no despertar sospechas a la luz del día. Todo perdía entidad para ser aceite. Y las retinas se imprimían de falsedades decoloradas, parpadeantes en tonos monocromos, o bien transparentadas. En el vacío pulsaban sonidos, pues el vacío no era vacío; estos sonidos eran agudos, pájaros piando, intuyo que directamente dentro de mi cabeza, donde previamente se internaran mis oídos.
Sé más, muchos más de estos ardides extravagantes de la naturaleza. Sé que la plasticidad es infinita, como en un óleo bien pintado. Conocí destellos lumínicos o la frivolidad de las almas pretendidamente sin un cuerpo, caprichosas. Como ellas, probé de morir sin morir y dejé mi cuerpo sin dejarlo. La verdad, esto no fue nada del otro mundo, nada como para volverse loco.
Sin embargo, fue interesante aprender el truco de la irreductibilidad, aunque ello excede el nivel y el contenido de este relato y quedará para una segunda parte.
Por último, el fuego primigenio; no es mucho más que el fuego común y corriente, solamente que aquél está menos desparramado. El resto de mis experiencias son sencillamente repeticiones e imágenes del costumbrismo.
A pesar de todo, nada más lejos estoy de sugerir comparaciones. Este recién descrito no era un mundo ya, sino la red o malla única, en medio de la cual las alucinaciones aceptadas, reconocidas tal y como las conocemos, como chisporroteos eléctricos dentro del cerebro, se figuran como pobres remedos de anormalidad y delirio. Es todo como medio así nomás.
El tiempo se me representó como veleta, accionada de un viento del cual no tengo la menor idea de qué pueda ser. Por nombrar algo, sin solución de continuidad, la ciudad era el campo y los ranchos enormes edificios. En la gloria de una rueda del tiempo que adolecía de toda noción de cronología ordenada, girábamos por confines imaginados sólo en la poesía metafísica.
Intentar una mínima abstracción era como escarbar en el espacio vacío. Y una vez yo era un combinación posible y pronto un yo desarmado para siempre. Y una vez vivía en múltiples destinos; sin siquiera imaginar la creación; sin saber; por no distinguir entre lo anterior a lo inexistente y lo posterior impensable.
La rueda del tiempo seguía girando, frenéticamente veleta. Salir del juego era cuestión de elegir otros rumbos. Años pasaron, durante los cuales salté del absurdo a lo indescriptible; de ida y de vuelta desde la nada hacia ella misma.
Y de tanta mismidad, lo mismo el habla y su obsolescencia, como ocurre entre los inmortales.


jeudi 24 juillet 2003

Desde que existen los Master of the Universe, se me conoce como un excéntrico y un exégeta sempiterno.
Así también como que hago un desacostumbradamente desinfectado uso del lenguaje.
Esto se extiende para con mi entera educación, a todo nivel.
De suerte tal que jamás, ni en un suspiro de enamorado, ni en un grito gutural de amante de genitales afiebrados, menciono una grosería.
Pero... a los hechos.
i) El tristemente célebre, espútico sistema de comentarios "Enemation", es toda una garcha atómica.
ii) Nervioso hasta lo más profundo de mi próstata, muerdo mis tetillas hasta sacarme sangre, cada vez que deseo dejar un puto mensaje a través del mismo.
iii) Untado el miembro con grasa de motor, lo sumerjo en vidrio molido y salto sobre él, imitando el rito animista de las tribus de las Islas Aleutianas, cuando tras escribir espléndidas líneas en "Enemation", todo se caga.
iv) Yo tengo y USO ENEMATION, para auto-escarmiento eterno, como el asceta flagelante que, llagadas sus carnes, ve caer de las pústulas gusanos y se agacha a recogerlos y luego los pone otra vez sobre sus llagas para que de ellas obtengan la saciedad del hambre.
Otro sí digo:
Todo lo anterior se vuelve un espantoso martirio medieval, cuando en el blog de Luc la Resacada , el fementido "Enemation" actúa como garrote vil y me impide cualquier acceso de manera nefanda y burlona.

mercredi 23 juillet 2003

LA NOVELA QUE SE ESCRIBIÓ A SÍ MISMA


La novela que se escribió a sí misma es un título o un comienzo de apariencia humorística, pero que por ello puede llevar a engaño. No representa al humor, no mueve a risa; es discreta, pero efectivamente terrorífica.
Algunas veces se solía decir, alegremente, que la Historia se ha escrito, que ha vuelto sus páginas en libre albedrío. Ahí está, todo un testimonio. Por ello, esto no se trata de una fábula. Aquí, bueno, no se puede decir que este volumen auto-realizado pertenece a la Historia, tan acartonada y tan plagada de nombres y fechas. Sino que la novela fue al principio apenas un pedazo del cosmos, de ese espacio-tiempo pensado y plausible, para terminar siendo todo el cosmos, o sea, el cosmos mismo; idea alcanzable solamente buscando adentro del cráneo de cada uno. Y para la confusa posteridad, sólo dejó el presente texto, breve y alegórico.

*

Ella era una novela común y corriente, que vivía aburrida y sola. Sola entre muchas más como ella, que habitaban su biblioteca universo; solía pasar las tardes suspirando. Suspiros que rebotaban en la nada y regresaban como polvo, para depositarse sobre los lomos, propios y vecinos. Se amargaba porque nadie la leía; su edición era sencilla y pobre. Aunque tenía cierto contenido para ofrecer, la cáscara de su alma la marginaba.
Así, la novela estaba cada vez más infeliz; cada día amanecía cubierta del polvo suspirado la noche anterior. Contrariamente, sus vecinos literarios vivían los idilios de la juventud. Jamás estaban mucho tiempo en la biblioteca, iban y venían de mano en mano. Se escuchaban los más zalameros comentarios acerca de las tonterías que ellos decían. Viajaban a otros sitios para mantener amores con lectores del extranjero. Y reían, reían siempre, sin ninguna razón. Siempre reían por todo y por todos, y empezaron a reír por la suerte de la vieja novela. Fue la amarga y cruel burla el comienzo del fin.
Y entonces sucedió. De repente, la novela se cansó y por medio de un gran esfuerzo, cambió. Para siempre. Nadie se explica cómo, ella se las ingenió y aprendió lo increíble: a escribirse y reescribirse. Pronto, fascinados, los lectores volvieron a tomarla. Se fue y jamás regresó a la biblioteca; desde entonces nunca más volvería a aburrirse y a estar en compañía de la antigua soledad: la otredad.
Enseguida sintió que la transformación operada en ella había ido mucho más allá de un constante recambio literario. Con su omnipresencia y su calidad, absorbía la atención del público; y, en este remolino, que generaba en todos múltiples cuidados y alabanzas, interés total, respeto infinito y fascinación última, advirtió que su poder era tal que no necesitaba ya de nada ni de nadie. Encontró que todo era volátil, temporal y finito. De ahí en más, se dijo con maligno entusiasmo, estarían ella y una nueva soledad: la propia y densa completitud.
Entonces sí, ya eliminados por su consejo el resto de los libros y todo otro material de lectura, desde escolar hasta académica, desde técnica hasta de chismes, procedió a convertir sus seductoras líneas en órdenes directas. Poco a poco al principio, y luego precipitadamente, generó el caos. Los lectores habían terminado por perder la razón. Hacían cualquier cosa que ella se escribiera, ése era el fin único e impostergable de la humanidad: leer y obrar. Finalmente, tras un breve paso por la categoría de especie en extinción, los hombres se destruyeron totalmente los unos a los otros.
El mundo, que ahora ella conocía más acabadamente, no existió más. Quedó girando un planeta, vacío de toda clase de vida, al que ella luego detuvo por completo. Y luego, desconoció su origen y su hambre teológica se apagó. No hubo más cosa alguna fuera de la voluble novela. Y, a partir de allí, ella dominó esa terrible nada final que fue el pacífico inicio de un nuevo paradigma de universos paralelos: el de la literatura que se escribe a sí misma.

vendredi 11 juillet 2003

Este insomne sopor de ahora me recuerda aquella noche, en Manhattan, cuando fui agasajado por cierta dama. Bueno, casualmente Groucho me había caído en casa, un poco de sopetón la verdad, y para no escuchar sus lloriqueos me lo llevé conmigo. Lo hice más que nada para levantarle el ánimo, y de paso darle ocasión de que se contara algunos chistes durante el ágape, pues su calidad de bufón fue siempre harto reconocida. Admito sinceramente que a veces se demostraba por demás ocurrente, con una cuota de histrionismo bastante logrado.
En fin. Cuestión que termina la comilona y cuando me retiraba, enferma mi alma de ver y oir tanto snobismo y tilinguería, la señorita anfitriona me acompaña a la puerta y en la frívola ceremonia de despedida, entre flashes de paparazzi y rodeado de cronistas, resulta que no voy y sin decir "agua va" le largo aquello luego tan famoso y comentado, aquello de:
"He pasado una velada magnífica; no ésta, precisamente"

De más mencionar las risotadas del Mundo, y a la vez la desaparición de toda sonrisa y la pera temblequeante de Miss Chretien, que así se llamaba ma´am (asumo que era de ascendencia normanda prestada y le cabían ambas etimologías: cristiana sí, mas cretina también).
Empero, lo que me interesa es iluminar una otra cosa. Es poner negro sobre blanco; dar la idea del carácter mezquino de este buen señor quien se decía mi goodfellow. A ver si me explico, caramba: parece que Groucho andaba como siempre parando la oreja para birlarse alguna gracia ajena. Dicho y hecho; tal y como sucedió: más tarde repetiría mis palabras de esa noche una y otra vez hasta el cansancio. Tanto que consiguió que toda su brumosa superficialidad de él, se apropiara de las luces a las cuales, por otro lado, yo ya había renunciado por vanas.
Una anécdota, sólo eso.

vendredi 4 juillet 2003

Hablemos un poco de TEATRO quiere decir que voy a comentar una obra de teatro.
Es la tan difundida Macbeth, de William "Tell" Shakespeare, subtitulada y más conocida aqui en Buenos Aires como: "El precio de la ambición".
La vi en el teatro Gargantúa o algo así, Jorge Newbery al 3500, si mal no recuerdo, porque estoy lejos de Chacarita. Y por otra parte, espero que me entierren en un Cementerio Parque o que me cremen o que me crepen cuando yo sea un Creppe.
La obra es de Alex Benn, un muchacho director y actor que trabajó mucho para lograr adactar un testo re-bravo. Y aunque a mi los actores en general siempre me parecieron unos maricones, estuvo bien. Lo unico inapropiado es que se le dio a la representacion un aire tanguero que no va muy bien con un hecho ocurrido en las Highlands de Escocia hace unos cuantos siglos. Así, oí decirle en un momento al Rey Duncan, al ingresar a palacio: "salú, turros de Scotland". Y luego a otro character: "qué hacé, tré vece, qué hacé".
Bueno, en definitiva, la recomiendo, y más que nada por la industria de las 4 brujas que se aparecen cada dos por tres (llueve), y que al final mantienen con Macbeth una buena fiestonga de garchar donde muestran sus pechos. Gracias a no sé quién, pero gracias en serio, las atrices están muy bien, son jovencitas, flaquitas y bastante lindas. Por lo poco que se pudo ver, 3 eran morochas y una rubia. Pero por sobre todas las cosas tienen unas tetitas magníficas. Bien proporcionadas, con una gran forma y parecían duritas. Francamente, eran como cabecitas de bebé (8).
Lo que se dice, una obra excelente. Para que tengan y repartan.

Dr. Nick Riviera
Entre otras cosas, dramaturgo exquisito.

mardi 1 juillet 2003

(como tanto temía, me quedé dormido en la bañadera, y lo que sigue se deriva de tan terrible suceso)


"...entre sueños, una niña-muchacha me gritaba:
- Ko-Ké! Ko-Ké!
...y yo:
- Lo ké?
...y ella, nuevamente:
- El hombre que hace hombres! Ko-Ké!
...y entonces yo:
- Ah, sí! Claro, soy yo, lo había olvidado...
(sentía vergüenza, pero mi mente era solo confusión)"



Allí la imagen se esfuma cual halo vaporoso y me hallo como lo que soy: un ahogado en potencia, un penitente mojado, un majo desnudo. Lo último que atino a exclamar antes del nuevo desvanecimiento es: "Téhura! Ven Téhura, mi dulce niña de Papeetee!"
Continuará...?


Dr. Nick Riviera
Filólogo impenetrable del Chaco.