ESCARAMUZAS Y ARMISTICIO
Así encularon al convite, medio encurdelados y como compadreando. Lanzaron cefalitis por doquier y un bubón certero hirió la cepa de la Institución. De agresivo tentempié ya me blasfemian: que égida nefanda; que líder de piñatas; que un joraca; sino otrosí, corneta el capitoste.
Yo empalideció mi sangre esteta. Espicharán cual idus los insultos. Aquí, filosos carámbanos que expelían de mis egotistas huestes. Allí esquimal, principiaba el lector cisma de mi iglú. Medí la laya de la gresca, de buen cubero a ojo. Había malvenida conmigo la gilada: hatitos flanosos de poemitas, de páginas con bambis en pijama y relatos levantiscos. Denfrente encambio regios canes dentellantes, ardidos por la roncha de su ladre y retaliantes.
Irrigaron prontos sus bandos de reclamos, en diciendo:
¿Lunático estimado, hasta cuándo batallar achinelado con tu emporio disparate de ensaimadas sensibleras? En serio maestro serenate, y a nos, del colmado de gravámenes del verso. No damos más y dendeveras de tus pelusas parlanchinas. Cazate ésta: ¡estamos groguis servilismos, paladín del bustrófedon pituco!
Sin porsuerte jesusear, medraron puf la panspermia solferina y de un plumazo.
Silencio silenciante. Calma león. Me pretexté a toser cavilación. Mezclé una mano revoltosa en dentro mío: hallé un marulo cerebrado del celebro. Cacumen chucho el tratativo, cual fregado de harén al escabeche. Nostante funcionaba. Es decir pensé ligero, para limpio en pos ponerlo.
Y fragüé que a los muchachos, un poquito de razón, como un pegote, les cabía. Con mi emparchar la idea primigenia, ya la suya desinflaron de insurreccia. Pobres guachos ojeteados, en el fondo viceversa los quería.
Pues qué canes briosos de cubil ni qué ocho cuartos: apenas eran torvos cuatro panchos, con más tupé espumoso que otra cosa en la caramañola. Y con lesiones del alma y escaldados, habíanse pasádose de rosca los maleducados. Uno era tullido de salud hecho puré, un señor baldado; otro zumbón cuasi y cursi tumefacto; tercero el yerro enquilombado de algún pirulinero trasnochado y el último un vermú de tos convulsa: jarabe pestilente de aceitunas.
Zanjadas las antes caras largas, nos amigamos en todos reconcilio.
Protestontes y al final, simples albricias: quel quicio de mis letras procuraban.