lundi 28 mars 2005

Opulenta

Paupérrimas, miserables e inexistentes eran las comidas que servían en mi casa cuando niño. Mis padres eran gente de precaria condición y gastaban lo que no tenían, es decir, lo que robaban, en enviarnos a mi hermano y a mí a la escuela. Mi hermano abandonó en primer grado y medio para seguir un oficio más redituable y yo seguí, para darles el gusto a los viejos y otro poco de puro soñador. Pero esa es otra historia. La que aquí me interesa contar es quizás más conmovedora. Mi madre, en la fecha de nuestros cumpleaños, nos agasajaba con diferentes platos, ya que esa semana mi viejo le prometía no fajarla si ella le prometía no beber y entonces ahorraba el dinero para comprar alimentos. La recuerdo con nostalgia, su delantal rotoso y su voz aguardentosa y sin embargo tan dulce, preguntándome a los gritos:
-Rulo, ¿vas a comer sopa de arros opulenta?

vendredi 25 mars 2005

Nada

Comprendiendo al fin que no sé nada, Sócrates mediante pero bueh, intentaré superar al maestro de la cicuta, que es algo (superarlo) que me tiene envenenado. De todas maneras, no es muriendo como lo puedo superar.
Yo no sé nada, pero ni esto sé muy bien. Apenas lo digo, por decir. Pero confieso que no tengo idea. O sea que sé menos que Sócrates, que sabía por lo menos y a lo sumo, que no sabía nada. (Un punto a favor de él -nobleza ombliga- es que no sabía de mi existencia y yo sí de la de él, ¡viejito piola!). Pero en realidad es un silogismo que acabo de construir en mi contra, supongo que porque deseo en un alarde de mi manejo de la psicología narcisista, pasarle por arriba dándole algo de soga y atándome una mano ¿ok? Ojo al piojo. Volvamos al tema central. Ahora que lo pienso, según la teoría de conjuntos (que declaro desconocer) estimo no puedo decir de una manera lógica que sé menos. No sé. Esto último, que no sé, no lo afirmo, digo que desconozco hasta mi propia sentencia y por ende, me desconozco. Con esfuerzo, sí, y eso no quita nada, ni lo cortés ni lo valiente. La misma nada, única nada, amada nada, que no puedo despejar de este cerebro, o mejor dicho, de esta conciencia que se empeña en ser ignorante. No la más, sino la absolutamente ignorante. Yo estoy, de motu proprio, en la más absoluta oscuridad del saber. Ni siquiera sé lo mínimo imprescindible: qué significa saber. Y hay un refrán: querer es poder. Ergo, si no sé que quiero ni qué quiero, dado que no sé, luego no puedo. Brillante. Al fin y al cabo, no es para preocuparse ni como para volverse loco: estas líneas son perfectamente sustituibles en su significancia por una conversación monológica. Pero el asunto de los monos lo dejo para más adelante. Es así que repito y lo haré hasta el hartazgo (mío): me mantengo al margen o en el margen del conocimiento. Por supuesto que hago uso (último: nunca más) de cosas que aprendí en su momento, en mi momento, de manera coercitiva pues si mi niño (yo niño, en tercera persona singular, caso posesivo) no accedía en ir a la escuela mis padres hubieran sido arrestados, procesados, juzgados, sentenciados y encarcelados de por vida (eso se comentaba, tal vez era todo una conspiración de la sociedad adulta para disminuir la deserción escolar a través de fomentar la culpa en la sociedad infantil, con la complicidad siniestra de la sociedad senil siempre al pedo, pero temprano: he aquí el verdadero choque de civilizaciones). Luego entonces de graduarme no una sino 3 veces, o 3 veces y un poco más ya que la titulación universitaria es superior a una terciaria, decidí ir desprendiéndome de todo lo que no me hace falta. Algo había leído del socratismo, que unos cretinismos quisieron sepultar, acerca de la no necesidad de meter a presión la información en el seso, sobre todo porque las computadoras se encargan del seso, de eso y de mucho más. Pobres máquinas, encima las tratan de subnormales porque dicen que su inteligencia es nula. En fin.
Aceptada la hipótesis de mi ignorancia más rancia que la de cualquier mero ignorante, que no es: se hace el mero por puro atorrante, pasemos a exponer un poco sobre mis habilidades. Un ignorante total, es decir, un ignoto tal, desconoce y es desconocido por definición, pero estar marginado del cuerpo social y su mejunje de convenciones de alienados mentales, no lo inhabilita, todo lo contrario. Evitemos por un instante condensar en el verbo saber y sus conjugaciones el significado de conocimiento. Pongamos que hablamos de artes. De cualquier arte, incluso las espurias: el artilugio de sacarse un moco, por no tocar extremos escatológicos. Nadie tiene que estudiar para extraer cacas de su mucosa nasal, artificialmente, por favor no seamos más papistas que una papa, pues caeríamos en la excentricidad más fanática y no se hable más, me voy y que los cure Lola. Pero no deja de ser un arte, que no un saber. La otra vuelta, en el zoológico, que muchos se encaprichan mucho en llamar El Zoo, veía unos graciosos monos chimpancés sacándose toda clase de cosas de toda clase de lugares del cuerpo (hu) mono, con una (u) otra mano. A nadie se le ocurriría preguntarle al mono (cosa linda animalito de Dios -sabe qué) que qué sabe acerca de ello (no ¡Dios mío!, el mono), ni siquiera preguntarse a sí mismo (ese asimismo sería literalmente un simismo: una cosa de humanoide simiesco infradotado ensimismado, con veleidades: una abominación y la pior de todas) qué sabe el mono acerca de ello. Con la mayor naturalidad de paseante dominguero vemos al mono con sus monerías, que es una monada. Y ya está, listo. Después pasamos sine die, a mirar las jirafas o las cacatúas, un decir. Esta larga perorata fue para explicar lo de las artes o si prefieren, las habilidades ex (homo) sapiens.
Muy bien, preparado el terreno, diré que instintivamente he regresado a ser un animal habelidoso. Mi habilidad es hacer nada. ¿O acaso el monito sacamocos "hace" algo en su acción? No. No hace ni actúa. Nadea, de nadear: hacer naderías. ¡Lo único que falta, que al pobre lo metan en la jaula para que "haga"! Y ni hablar de los que roban pero hacen, líbreme las cosas que le enseñan a los bichos para terminar de degenerarlos por completo. No señor, al mono lo que es del mono, no lo antropomorficemos con antropodemorfosidades que al final vamos a terminar por comernos la cabeza, o sea, antrocapifagomorfitarnos (sí, el neologismo, todos, es de mi autoría, ¡mío mío míos!). El mono es mono, el burro es burro y la araña araña, como dice mi tía Ágata: el gato, a gatas, gato. Intuyo, no sé, que una broma más no daña, así como la verdad no ofende, a menos que le comentes a tu amigo que le querés voltear la novia, o más aún, que se la has volteado una y mil veces: puede que se ofenda (no por las mil veces -cosa que no creerá- , sino por la una primogénita solita) o al menos te rompa la cara sin manifestar de palabra que lo has ofendido: cuando tú solamente le has dicho verdades. Hay gente, v.gr. que se emplea la vida en sonsacar estas verdades para luego poder tener de qué ofenderse, los muy cínicos neuróticos. Pero esto se ramifica sin pausa. La cuestión es menos compleja que un mono. Yo, que soy mi mono, mi burro y araño como también gato (guiño un ojo genital a la platea femenina), "sé" (me siento tan libre que usaré el término cuantas veces quiera: por ejemplo para decir, tengo "sé": y no voy ahí nomás y me bebo un vaso entero de cicuta); repito, soy y por qué no vosotros sed mis habilidades. Esto es, hacer nada, o no hacer. (Próxima clase, a titular: "Ser, hacer, padecer: vicisitudes de lo mismo pero que igual parece distinto lo que son y no, no son"). Y soy muy bueno en esto de ser (contracción antojadiza y también enojadiza de saber, ¡o no, no sé, horroricen(sén)!) un bueno para nada. Todo esto, como siempre, se sintetiza tras metabolizarse, en la frasecita chota esa: soy un bueno para nada. Qué joyita, tanta novela para eso, el novelero. Es así. Hay eso y eso ¡ay!
Para corolar la teoría -la demostración ya me ha laureado con creces-, concretamente diré que he superado al maestro Sócrates, así derecho viejo y luego, me arrullo entre las caricias de la lobotomía: y bueno, nada, todobien.
(¡De acá!: aún hay mucha tela para cortar y para zampar, claro que sí).

jeudi 24 mars 2005

Rabadán

Señor de ovejas; mayoral que cuida un hato de ganado y manda sobre los pastores. De esta palabra de origen árabe deriva la denominación de la raza de perros pastores. Primigeniamente se decía pastor rabadán u ovejero rabadán, redundancias que mutaron (cuándo no) en la rápida apropiación germánica del término para dar pastor alemán y ovejero alemán. Luego se multiplicarían en pastor inglés, pastor belga, etc., pero ya no rima.

samedi 19 mars 2005

Broza

Hablando malezadamente, en espesuras del pensar se conjuntan artículos sin utilidad, mencionados al pasar, de palabra o escribidos. Nada es desperdicio en este mundo desecho, ni siquiera las hojas, ramas, cortezas y demás cosas despojadas lo son.

dimanche 13 mars 2005

(Pa' la Encimismada Ensiclopedia Mismapediclopeísta)


Neurosis vs. ma sí!

Canto la canción del ay!

Ay del ay de los quereres!
Porque sin querer quiero queriendo
Y pues no quiero querer siguiendo
Y vos y lo que querés?
Ay no me digas!
Con tu quererme quisiera!
Pero mi no quererte tuviera!

Ay del ay de los poderes!
Puedo poderte pudiendo?
Del no poder? Del sí podría?
A veces podés poderme
Pero otras
Velay!
Podido haberme no puedas,
Y de paso... a ver si podemos vernos...

Perdón, posiblemente se puede?
Oh sí!
Es la queribilidad quieremente
O no!
Mejor no,
Se imposibilitó la querencia

Que sí que no:
Qué neuropatíbulo el nuestro!

Ma sí!
Vení acá y lo ques bueno te muestro!

samedi 5 mars 2005

Espejaime

¿Qué fue primero: el huevo o su gallina como imagen especular?