mardi 25 octobre 2005

A la memoria de no me acuerdo

En el inicio del ir al grano, con reservas hay un simpático personaje que se llama Luis Federico, a quien es mejor llamar Luis solo o solo Luisolo, porque algún Federico que otro habremos de mencionar más adelante: en lo posible tratemos siempre de evitar la profusión de apellidos, hacen mucho bulto y me pierdo. Luis es un hombre cuarentón y pelado, muy a su pesar y de nadie más. Hay muchos pelados en el país y en este mundo, que al fin no es nada de otro mundo. Describirlo o no, es relativo, en este momento lo hacemos bajo un influjo esotérico. No vale la pena insistir con su pasado, porque no lo tiene al venir al caso de esta historia. O sea, si no se avino al caso no nos molestaremos en minucias.
Luis solo fue siempre igual, cuarentón y pelado y la mujer no es muy atractiva. Tiene tres hijos, dos nenas y un varón de cola que apodan Nobstante. Vive en la calle Honduras sin nombre y sin altura. Lo importante "llamativamente" es que se levanta temprano, toma unos amargos rapiditos y como no tiene coche va en colectivo o subte a todos lados y se viene a pie. Sufrido muchacho casi o pobre y con poca instrucción, no terminó la secundaria. "Recuerdo como lector", fíjense el entrecomillado que es una ayuda mayúscula que no voy a dar muy a menudo, "que los aspectos descriptos de la vida de Luis sólo corresponden a ya mismo, con lo cual que no haya terminado el secundario es irrelevante. No hubo un secundario habido que terminar para Luis Federico. Está claro (pregunto y cierro comillas)".
Luis solo me sirve para relatar lo que aprehenden sus sentidos cuando viaja en colectivo. Yo viajo de ida (Luisolo) todos los días en el 37, de día. Me queda muy lejos de casa pero tengo que tomarlo igual. Por las noches, vuelvo, ya de nochecita. "Así es la vida.", y las comillas aquí van de suyo. No sé para qué lo hago, porque trabajo en una zona por donde el 37 no tiene recorrido sino a treinta o cuarenta cuadras. Una explicación coherente dice que me lleva y me trae la Fe. Por esa razón antes de bajar me paso, no bajo sino hasta Santa Fe y camino para atrás siete paradas. Pretendo explicarles y explicarme que algo me impide evitar este absurdo, que me supone la cosa más normal del mundo y ni pienso en abandonar. Absurdo es una palabra ajena a mí, alguien la puso en mi boca. Es lo que me gusta locamente de los juicios conjurados, a saber, que una palabra puede ser removida del registro taquigráfico. Podríamos tacharla... como quieran. Y hablando de esto, volviendo al intríngulis laboral, yo trabajo de culpable, alguien lo tiene que hacer y me tocó. El destino que somos. Es muy importante para mí y para mi familia, ya que tengo 3 bocas pequeñas que alimentar, con sus correspondientes cuerpos, además de mi señora esposa y de quien-les-habla. Destino todo mi destino para sus o dichos destinos. No me arrepiento de nada, aunque órdenes son órdenes. Lo que guste mandar, señor, lo concretaré no se diga más.
Aunque yo me conformo con poco, la pura verdad. Uno es grande ya, los que sufren más necesidades son los niños. Pero si por mí fuera, no me gusta el trabajo que hago, sea el que sea, pues desconozco su significado y mi tarea y, aún más, ya me tienen de punto los compañeros. Me dicen o gritan pelado. Todo el tiempo incansables. Es muy deprimente esto, me aseguran, y más cuando es mi propio castigo del que me hice cargo ni bien acepté ser el lector Luis Federico, pelado. Nada que hacer, son datos particulares. Y mi mujer es fea, pero al menos tiene buenas tetas y en la cama se mueve con muchoficio y tan bién... cocina bien. Por lo menos es la opinión que me acercan. En el fondo nunca me gustaron las minas muy lindas, con tal que sean querendonas. De linda boca sí, las prefiero; y la mía, que no sé cómo se llama, tiene linda boca. Otra cuestión que me tiene mal es que nunca veo a mis hijos, "dos nenas y un varón" (cito no obstante). Todos sin nombre para economizar espacio. Tuve que reconocerlos so coercitiva imaginación. Lo que importa es que los quiero muchísimo, son mis hijos y los hijos son todo para un padre. Yo... qué no daría por ellos. Dijo Luis y se durmió.