mercredi 9 mai 2007

De cómo nuestros héroes la de-ponen sin sa-carla

Su historia y mi honor, y la promesa de tu redención

Cuestión que enfilamos para la sede de pislocogía y tetras, una facultad con leprosario y todo (porque ahora lo importante es tener un lema y estaría bueno que siguieran el ejemplo de Proestropicio McCry, el probado protector de lo propio y procurador pronto de pro(a)fanar lo del prójimo y promotor procaz del provechoso propósito de prohijar a los procesistas prolíficos y probos protogenocidas), en fin son anécdotas, la cosa era ver cómo enganchábamos alguna que otra alumnita psi, que para no herir susceptibilidades, nos referimos a las turritas, las fáciles, y también cerrábamos ahí ponele la firma, con una medio difícil pal entregue, no viene al caso pero primero la amenaza venía por el lado de comer barato y barato. El gomía invitaba y claro, aleteaban golondrinas locas en mi corazón. Mi varias veces amigo Martín Brewer de Vino, la pucha que sos reo y enemigo de yugarla, decía, la esquena se te frunce si tenés que laburarla, para hacerla corta, devino, del orre batallón vos sos el capitán, vos creés que naciste pa ser un sultán, o sea devino, te gusta meditarla panza arriba en la catrera y oír las campanadas del reloj de Balvanera, salí de tu letargo, ganate tu pan, si yo no te largo, sos muy haragán, es decir devino haragán, si encontrás al inventor del laburo lo fajás, así que devino muchas minas pero nunca una mujer y un poco de esto y mucho de otras cosas hablamos en el camino al mítico bodegón Videla-Videlita, sito en un revulvoso Almagro abalvanerado. Puertas adentro del establecimiento, de precios gastronómicos que no se condicen con la cantidad y calidad de sus minutas ni minusas, caemos como chorlitos en el afrecho de una bienvenida tal que nos hallamos de inmediato increpados por el dueño, un grosero con todas las letras de pe a pa. El tirón de orejas era acaso merecidísimo porque con nuestra indecisión de pie le tapábamos preciosos segundos la pantalla de TV a otro parroquiano, borracho profesional cuya posición estaba indeterminada sobre una mesa; luego el grasiento patrón nos reveló muy sucintamente cuál era la Misión y cuál la Visión de la Casa, en precisos y transparentes términos manageriales. Era caminarnos miserablemente modificando 2 conos de papafritas en una única porción disimulada en un ladino plato de postre, resultado: 1 peso cobrado de más. Bien, esto lo comprendimos mucho después, tras una pelotera que concluyó cuando nos comunicó la intención de balearnos in situ con un 38 corto que era de su finado papá y hacernos chegusán. Finalizado dicho sermón nos sentamos hechos una seda sobre la mugre de las sillas, masticando el aire rancio que contaminaba con su memoria tóxica de aceite 'Castrol' los efluentes cloacales 'Marolio' que nos corrían cual manantial 'Dasani' debajo de las suelas 'Febo' y también las estelas de hollín dibujadas por los escapes de las 18 líneas de bondi 'Nuevos Rumbos SA' que paran en la misma esquina. Apenas llovían las 4 de la tarde y andaba como la gente, de antipático un moscón.


Jamás retornarás, lo dice el alma mía

Un sánguche de biralesa, como cualquier suculento manjar que se (des)precie, sufre el desdoro de un nulo afán, la indiferencia del mundo y la soledad. Un especial de churrasquito completo (aprox. 50 % nerca, resto un rejunte cualunque de goma arábiga, ex-cipientes, talco, conversantes, sebo, cuero, lope y cartígalos), más aún, se corrompe inexorablemente en la desazón, y el sentirse abandonado mancilla su alegre mascarita de tejidos, endurece su nervioso tendón. Martín refiere largas amarguras y chispas de casi felicidad conyugal, mientras me señala con el dedo embayonesado como para enfatizar su dolor refrito y ante mi observación “pero no seás boncha, no seás, si a vos todas te quieren, tritrí”, contempla la yeca viva tras la ventana y murmura preferiría lucir con orgullo mi estampa elegante, y hacer como yo, que tarareando voy por la vida, sin amor y cacheteado pero con estabilidad sexual, más beneficios, movilidad y tickets te lleno la canastra y no como él que coje salteado, aunque agrega “conozco muchos que, después de criticar, se fueron a clavar en un cariño”. Dije: corazón qué nos importa, la esperanza es una amiga, y requiebra en tu balcón, florido y coquetón. Insiste: “pero yo sé que metido, vivís penando un querer, que querés hallar olvido cambiando tanta mujer”. Mis labios balbucearon con temor y bebimos el resto agrio de la cerveza sin gas, quizás buscando la risa que precisa la confianza del alcohol. Entonces y entre eructos floridos, casi como tentando un pagadiós, sale corriendo en pos de una paica que cursa por ahí dentro, y a quien llaman moneda de cobre, yo sé que fuiste hermosa y hoy, descolgado un cuadro viejo, sólo serás la voz que me haga recordar que en un instante atroz te hice llorar. Vamos, pena vamos. Él la va de que es junado, y yo, un atardecer.
Regresa con las manos vacías, la mente baldía, junto con el pelo que fugó del mate, se te fue la pinta que no vuelve más, y todas son tinieblas del adiós. Cigarrillo y mate, mate y cigarrillo, engulle su porción de bife frío, seco y achatado, declarando trémulo sufrir el acicate del hambre con reiteración y alevosía, agravado por el vínculo, con la mueca del pesar, nocierto. Pide hamburguesa y reincide con la guarnición de papas, la hamburguesa sola y las papas, fritas, y para su convidado de piedra que vendría a ser yo, el romance ardiente de un cariño sano. Y mientras el huevo marcha, se te achica el alma y sabés lo que es llorar, llorar por una mujer. Ya no tengo más remedio que otro copetín beber, él pide la adición y se escarba los regañadientes, pues teme que en la cuenta lo hayan pialado en un choreo. Junto a la rante camarera, una falda más esquiva que sonrisa de botón, revisan minuciosamente los ítems facturados, descubriendo a poco una diferencia en más, de 50 guitas. Con acento de reproche y quién sabe con qué pena, desembolsa los 21 pesos, una fortuna para la época y compadreando salimos.


Qué silencio hay en tu puerta, y el rosal tampoco existe

“La Facu”, ronda en este hastío tu visión, no estaba como me había asegurado mi fiel he-ladero repleta de alegres y dispuestas muchachitas en flor o aun desfloradas, sino apenitas frecuentada por aquellas como la pastora, que sólo va con sus ovejas y su tará-rará-rará. El anterior, rápido y desestimado en esta crónica, paso titubeante por el Instituto de Letristas Lucio Vemansilla, todo un nido gaucho donde los ranqueles se hacen hinchas de Excursionistas, nos deparaba el anticipo del final. Tormenta de trote y carga, tormenta de caras largas, como esas flores rústicas del campo que nacen de la noche a la mañana. Había que ser muy taura para acometer la empresa, donde morochazas tehuelches se valían de indescriptibles señas invitándonos a la zapie del ranchito, a no ser maula y hacer gurises huincas a la mami, así con horrorizante desprejuicio étnico. Y te aparecés vos, dulce novia, piantada que fue dueña de mi ternura, pasaste ayer muy ligera abrazada a un gil cualquiera, pelado, cayorda y viejo. Ni siquiera los retazos de glorias del cine que pasó, las redondas nalgas de la Brishit Bardot o los turgentes pechos de Ornella Muti que atesora pero comparte mi cinéfilo adalid Martin V.H.S. Friendly, pudieron revocar esta desazón del alma mía, pues somos dos fracasos que se amaron, y partieron y olvidaron, rabia de sabernos tan cambiados, si tú quisieras parar el tiempo, mi brazo oprimiendo tu talle liviano, 3 veces etcétera, se entiende? Ante lo que denominé un demoledor “vacío legal” (luego el coso me copiaría y robaría el chiste pa meterlo en su blogg, sabelo: i’m watching you) en aquellas aulas de psiques fragmentadas y faltas de toda razón valedera, Martín rogó, besando mis manos, lo acompañase de buena gana a la otra sede “Independencia”, donde aseguró, tendría la ocasión de perfilar mi costado más pintón y mi anillo de hojalata con espejo bichadero para arrastrar al bulín a la papusa. La idea, me confesó tartamudeando, era introducirse subrepticiamente en una clase que debíamos estudiar con antelación y buen OjO, y pegarnos a cualquier alegre pebeta, a la que conquistar el corazón o al menos llegarle quien más quien menos a lo más profundo posible de su cuchufletita, mediante primero la transacción solapada de dibujitos entre cuadernos y luego como quien no quiere la cosa, la propuesta temprana de convidarnos un beso, o algo más, que cada uno completará el suspenso con la sugestividad que le pluguiera, según. Curioso yo por su manera de seducción intelectual y su chamuyo academicista, accedí. Como estamos hablando interpósitamente de un muchacho algo así como casado, y para no comprometer abiertamente su respectiva relación de pareja, quiero dejar bien en claro que solamente a mí se me reservaba la posibilidad de ponerla, o para que se entienda, de concretar dicho potencial comercio carnal, en todo caso haciendo partícipe innecesario a mi amigo en mi carácter de su representante sexual o tenedor de sus haberes venéreos.


Si estoy solo en mi pieza, en mi lúgubre pieza

Independencia y un rotundo fiasco fueron una y la misma cosa, y el Martín verídico que un día conocí perdió entonces la mayor parte de su reputa-sionista restante como anfitrión de veladas sexuales, orgías y chocolates 25 de mayo. Bromas aparte, segundos afuera, cayó muy mal en mi imaginario hedonista la refutación de su Teoría de la Estudiante Para-Psicóloga, según él todas locas reventadas vaya uno a saber. El problema fue que no conseguimos una entera, aunque sí encontramos una lechuza de hermosos ojos verdes, un camión de caudalosos pechos al que le faltaba el comedor, y un simpatiquísimo paraguas que libramos de manos de una rubia que ponía a prueba la regla, con capacidades estéticas diferentes pero tan simpática como su dueño (el paraguas), que vino al pelo (mío) para un día tan destemplado y húmedo. Sin embargo, terminó siendo un paraguas mojigatamente casto y hasta ahí llegó nuestro irrefrendado y refrenado amor. Conciente de un destino muy otro, metíle a Martín un medio toscano puro en la boca, dile fuego, dile algunos consejos para fumar y aconsejéle cambiar su dieta alimentaria por una dieta más amiga del tabaco en hoja, ya que por 2 mangos y monedas te fumás 5 cigarritos y chau picazón de bagre, estos petardos misioneros te satisfacen de frentemar y llenan más que el cartón de caja de pizza e incluso tienen mayor valor nutritivo. Me lo agradeció lagrimeando con una tos convulsa que me rompía el alma, pero no supe cómo no aceptar sus gracias, a guisa de no ofenderlo. Era el momento de hacer el balance de una tarde agitada: se lamentó haber tirado 21 pesos en un almuerzo decadente y con probables consecuencias de pérdida de un riñón o un hígado u otru órgano doble del estilo, además de salir perdidoso de un amigo, a lo que respondí que no sea tan duro consigo mismo, que si hubiera de yantar una próxima vez no será en ése infecto lugar ni será en mi compañía, por lo que el futuro era promisorio y con sabor a aventura inconclusa. Pidióme opinión acerca de vender un pulmón a una anciana para que ella se le enamore sin lugar a dudas, a lo que me negué cuando conocí la luenga edad de la mujer. Luego, destrozado, abatido y fané, me juró y perjurió que él había tenido a través de terceros probadas muestras del éxito a nivel erótico en estas altas casas de estudio, a lo que respondí con un refrán que se perdió para siempre. Acepté, eso sí, su compañía por un par de cuadras que se prolongaron, donde intercambiamos sendos o tres chistes malos y resolvimos que él se olvidaría ya de las conquistas, y yo no sería tan amable en mi crítica del encuentro, que enfundés la mandolina, sosegate que ya es tiempo de archivar las ilusiones, dedicate a balconearla que pa vos ya se acabó, que es muy triste eso de verte esperando a la fulana, con la pinta de un mateo que es alquilado y tristón, no hay que hacerle ya estás viejo se acabaron los programas y hacés gracias con tus locos berretines de gavión, ni te miran las muchachas y si alguna te da labia, es pa pedirte un consejo de baqueano en el amor.

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