samedi 11 septembre 2004

El perrito literal de las praderas

Cómo disxionaría alguien resplazado en todo ámbitat de la inteligencia y en toda zona colinda del instinto; porca miseria que indistinta, la cual sí la cual no, instiga al tinto por castinación. Alguien romo, idempotente a sin ergor, que misgratia verguichargia, de pronto porrazo y se fuma por ver desafectado y solo como un telequio perro su terrazo. Cuando a metros de ése alguien atortado y asbesto, el perro en aserción manitenaza se recibe mil afectos y apila compañía de su arteferrera propiedad. No es solamente un tratarse de la cama, pelos, migas en cobijas y la grasa: propicia mugre del cochambarbecho. Es también el trabajo que ya añoro, porque adiosrogo y con yo dando me perdí mi trabajo de albañal. Ya lo ven, ella fue muy lejos adonde yo trabajaba. Y allí lejos consiguió eso, mi reemplazo, otra prueba de su maliciosa trama de astusucias retrepando sevicios premeditados, alevosos y reiterados, y si eso no abastase, agravados por el vínculo. Sus vínculos de helecho, que al lado es un poroto pero fue al fin vínculo roto.
Horrible digo. Mas horrible broncabrón no hay nada, como que el perro, siempre el perro inrremilgo, siempre ametiéndose (no por sus propios medios, eso es lo grave) inmiscuo en mis asuntos. Mintiéndose feroz y desosiego en mi casa, es dos pisos por calera con ventana avenida de la impétiga, sentido al pésame. Metiéndose arremeto a los pies de cama, cobijbajado. Asíscogiendo a mi novia que venal por otra parte y similar, también le escogía y viceversa. Encelo frenesí; preciso sea afrechicho, se escogian muturalmente y de qué infrerrenable manera. Y los pelos, las migas y la grasa lucubriendo todas cadas superflucies cuyas me habían correspondido desde un principito. Los huesos como prueba ya no mía sino suya de que me estaban despellesjando pelado, en carnevivo. Y ésa hediondez a músculo tendón; tufo permanente, insoportuno y, por qué no, encloquecedor. Emocionalidad mostrenca del hombre que ya perdido el todo, llega aquí deschauchiado por su destindad mezquina. Pues va molido fino y morteramente por los muelles de viento de la vida y echo un polvo por no faltar el respeto. Y sin protuberar bajezas, teniendo que confesar todo esto al por discreto. Que con ello dando a luz, pariendo al cinamiento en serio de la opinión pública detalles aunque no nombres, que pintan de cuerpo entero a un hombre pichangañado. Adulterado por su dulce de ella (adúltera de cuerpo entero) y por el perro literal a quien no pretendo ni me succiona en lo masmenos descalificar o juzgar. Puesto no lo creo culpable intelectual, pero como su amo que lo fui un tiempo, estimo que si el perro satinado fuera tan brillante como se suponía, debería estar aún con la cola entre las rabas y repentido.
Y así fue entonces que reaccioné destrozando la frutilla, porque paradójicamente así la llamaba yo a ella, conriñosamente. Qué perpledoja. Ya, que combo corolario del postre, después de haberme vomitado toda la traición encima, encima me hizo desemplear a manos o a patas de lo que yo llamaba maschota -para hacerla furecer, porque ella sostenía que el perro literal no es jamás una mascota. Y por último, mis compaños de oficiola, aviesos infelices que constituyeron la tercera triple petición, la increíble triple pata de un pollo que no era tal. Porque no paraba ahí, estaban mis amigos personales, mis íntimos y los que me quieren o me querían, o sea los infectos. Que renuncando de escoger a mis espaldas, vil consumaron en mi propia cara y lo esligieron al perro, no figurado, literal y otro.
Se comprende de cabo a nabo, la necesidad periosa que me fuera concedido este minuto para explayar los claríficos motivos o el diviso móvil.

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