lundi 28 mars 2005

Opulenta

Paupérrimas, miserables e inexistentes eran las comidas que servían en mi casa cuando niño. Mis padres eran gente de precaria condición y gastaban lo que no tenían, es decir, lo que robaban, en enviarnos a mi hermano y a mí a la escuela. Mi hermano abandonó en primer grado y medio para seguir un oficio más redituable y yo seguí, para darles el gusto a los viejos y otro poco de puro soñador. Pero esa es otra historia. La que aquí me interesa contar es quizás más conmovedora. Mi madre, en la fecha de nuestros cumpleaños, nos agasajaba con diferentes platos, ya que esa semana mi viejo le prometía no fajarla si ella le prometía no beber y entonces ahorraba el dinero para comprar alimentos. La recuerdo con nostalgia, su delantal rotoso y su voz aguardentosa y sin embargo tan dulce, preguntándome a los gritos:
-Rulo, ¿vas a comer sopa de arros opulenta?

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