mercredi 11 mai 2005

Luciérnagas

f. Literal, señala "haga luz". Precisamente la que profesa este insecto coleóptero (según la entomología, son quienes mastican con la boca y pliegan las alas a través de una caparazón consistente: el escarabajo es el más conspicuo). A lo que parece, el macho es rubio y pintón y como no podía ser de otra manera: vago. La hembra en cambio todo lo contrario, panzona y retacona como la mentira: de patas cortas; y además, una bestia de tiro. La biología lo explica todo, mucho antes de las sesgadas teorías feministas y también mucho mejor que las simplificadoras machistas. La mujer luciérnaga lleva el milagro en su orondo vientre, lo cual puede parecer poético pero se debe más bien a que le es imperioso emitir sobrada luz, para que algún sátrapa luciérnago se digne a darle bola. No es cosa para tomar en solfa. El reciente auge de la práctica Tadey entre los machos de la especie se debe puntualmente a la fiereza de las hembras y quizás lo que es más sustancial: a que la relación entre individuos de igual género masculino (la lisa y llana mariconada o cosa de machos) concibe más que interesantes conversaciones, imposibles acaso con las gordas petisas ésas, por muy iluminadas que simulen ser.

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