mercredi 17 septembre 2003

SOCOTROCO VS. PROGRAMA

Y ella largó y dijo con total razón aviesa:
"Vacíos de simples, lindas palabritas. Obras cacas. Amena quiero más y odiarte; ojalá pues, artera atocinarte".
Y yo: ¡cáspita! Que mal apoltronado di de bruces en la ponzoña cantinela. Echada la celada tendida, chusca finta cabriola de marrana. Colma unión de facultad universal, profesa caducar al educando.
Me llevó tiempo adoctrinar mi ajada y jubilada misoginia. Ya listo mascullé: "justa injusta, tendenciosa así cebarme. Podrida esteta y Circe magnicida que vilipendiosa mis hitos intestinos y apolíneos pichuleas".
Ni se mosqueó. Nos trenzamos en babas y navajas gástricas. Era fuera, vete al coño de la puta calle. Hubo un basta para mí. Pero pestañeé y en procediendo la turra con chiches pomposos visteó adulando mis trovadores ojos. Sacarme el quicio, eso, depredarme en pertinaz perrada trapisonda. Sí asiente. Me soba con mentiras por ultrajarme el tallarín de tósigos mientras mira espuria y en denuestos duchos mi cara prototipada de abyecciones que no doy en pronunciar.
Me arde la bragueta. ¡Pindonga! Eso mismo: ¡sanseacabó al carajo! Hiena, urraca, jamás tendrás de mí el divorcio de tus letras, antes tramarán mudas trémulas mis manos escribiendo guiones de supermercados o también listas de infractores al argot babieca. O redactaré decretos y guías de teléfonos, mechando panfletos con constituciones.
Me largo; tendrás guerra. En jerga de misiles volarán tus hojas; me cargaré a metralla tus signos chotos; desparramadas las esquirlas de tus párrafos. Y desnucaré neutrales tus enormes bibliotecas en díscolos incendios de manuales de bomberos. Un tufo levantisco lapidará el ambiente, del perfume detestable del sexo de tus libros y en tu filóloga entrepierna voraz eructaré lasañas de zambombas literarias.
¡A beber victoria, que albur capanga soy!
Mi cinto buriel calcé de tenedores briosos y al ruedo salí. Y rompo arrasar las cadenas del aula donde soy torrando sumario galeote. Ved aquí, centauros, el clown de luces, matador. Cooptando a la causa del indómito carabalí, negra mi faz entintada. Caerán los claustros y traidores estudiantes de bamboche.
¡Viva la vida de trincheras! Y exquisito a mano el gas mostaza. Libre voy, allá esperen mis guerreros caballeros, al zutano de la triste figura.
Sin embargo gemían mis zapatos carmesí: había andar camino y no era joda.
Delegaba el pensar sobre el corpus de mis órganos. ¿Dónde ejercitar mi letal esgrima, la del zigzag de hoplita? Pura irrisión de inicios. Si iba solo sobre el polvo; sin ruta; sin padrinos. Esbelta el hambre, lancé un "tomá villano"; que en súbita estocada un bisoñé ensarté. Era un peludo. Lo asé y en cercanías oí un clemente arroyo bruñir la noche enferma de sed. Jarabe y lícita fortuna. Dormí bucólico. Bajo un cielo empedrado de invisibles chimangos que olían mi carne de sudores acres; chillaban píos sin valor para el ataque. Apenas picoteos juguetones y espolones en las ropas.
Fue día y tras día. Me sangraba seco el veneno de las uñas. Escribí morondangas y marañas de matetes del marote, vejado por las huestes de memorias a hurtadillas. Me abandoné al lupanar de la lujuria tiralíneas y lucubré venganzas en prosa seminal.
Y arribado el interregno, con más karma me decía, entre hurgándome la ingle proclive al onanismo y morisquetas de lascivia peregrina: ¿será siempre tan lenteja y tan morcilla solventar de algún talento el patoso paradero que se escribe?

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