jeudi 26 mars 2009

Si lo que te calienta no es sino mi letra, Hada Helena

e'decir, cazáte ésta,

volupctuoso, evocando o quién sabe con cierta malaculpa errónea, delectable la sed en el placer que siempre vuelve sin querer, deletéreo, todo sensual, y se apaga como una gema sin destino, sucia. Un hombre, un desteño, o lo llaman vida, equívoco o. Conforme pasan el tiempo con la pulpa de los años, al galope siente ooye el hombre nuestro un coro de latidos, una arteria animosa, tapizado el pulso casi eufórico. Pero no para. No el tiempo, no la pulpa, no los años. O se detiene todo lo antedicho, lo propenso, lo optimismico neptúneo o el mar. No el mar, nuestro hombre. Así él, como algunos ven vacilar en su momento, caer lo que tiene de sí y de frágil, lo yo de adentro; o, lo él quizás. En cambio, de adentro, él bien, porque no lo escombran los asuntos de mucho titubeo, asuntos que son cuestiones del aburrimiento y del demasiado apego a presunciones y a necesarios que ocurren por doquier, al menos para el gran común de los mortales. Equívoco de lo evoco; otros autores lo llaman esquivo, desdeñosamente no atienden o aborrecen de la palabra y sus vericuetos, la palabra en su laberinto, la palabra enquistada en el hombre. Le temen.
Pero él se dirige como el humilde, con modestia doblemente rica, de todo y de vanidad. Insuave, una marca de lo desapacible, del sentido o del sufrido consumismo, que se enfada o si no gusta así, que se suscita en ira, la del dueño de la marca, la de quien la debe interpretar y en fin, ejecutarla. En el agravante suponer, el hombre, nuestro o uno, voltea pues eso hace, aún si alejamos el voltear y el mismo pues nos resulta enojoso, apropiar y retomar, enriqueciendo siempre la manera, nos guía en cada acción y evita o dignifica el cumplimiento de la expresión, pobre ya de tan pauperizada. Es para decir, no se da vuelta, ni lo hace ya que gira buscando aquello que le había llamado la atención. Y es agigantar sinsentido el figurado agujero, meter el dedo en el hoyo de la llaga ardiente, también una pulpa revuelta y disformada por los años. Cabría nombrarla papa, o nombrar la papa o devorarla antes de irnos por las ramas, cuando en realidad el interés estaba puesto en el nuevo frente que asoma ante el hombre. Y dejar atrás el adelante, que nos ahoga en el futuro, su sola mención devana o a la inversa se bate en retahila, de sucesos que no fueron, ni serán. Un hombre o yo mismo, escribe perfectamente sin escatimar en absoluto, no se guarda lo que de todos modos va a perder, o sus defectos que boquean, un pez desfallece y no fue un segundo, fue menos, su futuro de pez, y antes nada. Solo el incierto llegar del porvenir indefectible le define y dirime además las diferencias y esencias, le acomoda un vocablo casi justo, como el deber de yo mismo o un hombre que escribe, es decir, inventa y clasifica. El mundo.

Cagáte de la risa...
el mundo oh bola universal.

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