jeudi 30 novembre 2006

De tiro va el cadenero, sujetado en la culata

Y sin embargo, espléndido, desde que somos trasero y calzoncillo, así se lo vio a Martiñato "sencillo y compadre" Garroñus anoche, en el Centro Escultural Curupí Rojas, exponiendo su moción fiel a lo Tristán: "Impotente de noche, cornudo de día"; o era "Incontinente..." ? bueno, como sea, no hace a los meollos del asunto.

Luego de todos soportar a-tónitos como pudimos a una colegiala de voz de títere, leer sus diarios de motocicleta, anédotas de la colimba y una síntesi acerca de los ritos de iniciación que debió superar para ingresar en cierta sádica secta rusa de castradores en lo real, experiencias que la dejaron culo parriba y tecleando en el vacío como molinete de sute, el altavoz le hizo hacer un simulacro de pasión, titubió y cerrando el broli tachonado con calcamonías de las chicas superpoderosas, cantó las cuarenta, batió la justa y tiró la posta y a verdachi da baionesa: nos declaró su amor por los Chalchaleros, en especial por (así dixit) atenti pebeta seguí mi consejo, o sea por el más jovatieli que usa panuelo bordao al cuello, quizá por su experiencia amatoria, pero ello ella no le llegó a confesionarlo, ni a los talones, pudorosa, en tu cara de inocente, todo el año es carnaval.
La charla, iluso la soñé, menazaba con capotar y hundirse en el zozobrante olvido, entonces rremetió la blonda panelista jefa, inflando la pechuga repentida dijo algunas zonceras deliciosas como ser, la vida me ha mentido, la vida me engañó, para que la concurrencia mohosa se despabilara un poquitín. Lo consiguió al fin, con el remanido artilugio de entreabrir caprichosamente los labios a lo pulpa endemientras los humedecía con un suave lambetear; lo divulgo por si acaso alguien lo quiere anotar. Aplaudimos a rabiar.
Tomó el acicate de las masas, café con leche, facturas y mantecol con hileret, un bravo mozo de talle gentil, que habló tupido derrepente y derramado, sobre si la conveniencia o no de encontrar el beso que te pide el alma; un suponer, ni idea, porque yo torraba de hacía ya una media horita si vamo' al caso. Es que tenía lo que se dice el melón a la miseria, como esas flores rústicas del campo, que nacen de la noche a la mañana. Así, temblando, me le quedé mirando y con sus ojazos me siguió quemando, todo lo cual no pude hablarla y propiamente almacigado como hoja de papel manteca, un chucho de frío agotó mi dormitar y tuve que incorporarme de la falda de
la noviecita que abandoné pues ella meta codazo y re-mala onda. No va más, deduje con sabia rapidez, y en medio de un infierno me perdí y la cachetié, aunque sumiso de inmediato quise remediar lo mal trecho del triste trago amargo, pensando que ola sobaba ola perdía jamás, y cuál no sería mi sorpresa que ella, alegre mascarita rogó, besando mis manos, porque aguantara "loco sos mongólico? si es un ratito nomás" y si no cabía en mi intelecto recibir un arte la dejara escuchar exponer al ragazzo moreno y varón, de bulto atrompetado, que después nos fuimos a enterar que le había echado bien el ojo. Ella o la otra, no interesa, pero ya lo aclararemos a su debido tiempo. Me pidieron que cantara y por eso canto yo.
Cuestión que por fin, aprendí, la charla sabrosona aunque lo diga de chusma se hacía un moplo al por mayor, extra extra! y entonces, luego de escuchar que Don Ramiro Garchanti confesara haberse ido de putas para alquilar balcones, sino dijera ser-afín "la noche llenaba de ojeras, la reja, la hiedra y el viejo balcón", por milagro se le cayó el bloc Rivadavia Canson. Agradecí mis súplicas y haber invocado el archisabido "calla bandoneón, calla por favor", y una pizca de "tal vez mi corazón tenía que perderte", para redondear con un franco exclamo de "tango de bellos encantos", cachá el bufoso y chau, vamo' a dormi'.
Bueno, resulta que por fin se venía el plato fuerte, como barra brava que soy y me sindico y a lo menos yo lo necesitaba como la caña al borracho, como el cuchillo al asao', aun cuando el goteo de sinsabores paladeados había cerrádome la glotis, dejándome en el pecho tanto dolor. Y asqueado. Aquí venía un olor caliente, de la ruda y el cedrón; todo centelleaba diamantes (cita extraña y castellana). Quiero decir que se aprestaba al parloteo nuestro pichón de... no importa de qué, de cáncer será... como a él quizá le prefiere, haciendo preparar la silla de mimbre y el micrófano para darle a la sin bueso como italiano a la pasta e italiana al fideo. Me dio calambre, como
si un intérprete fueras entonces de mi sollozar tristón, desamparado, de aquello que acobardaba mi soledad, y de la famelia generalizada de palabras amables, que aterida, ardía en mis labios y bajaba por el tracto digestivo, locamente llenaba de cosquillas el esófago, pa’ que bailen los muchachos y en un alto de la huella donde el píloro se amacha y vuelve hombre, trasnochando, como todo calavera que no ve lo que le espera, que no sabe adónde va, rechazaba tus conejos de galera buen gomía, casi casi fuimos enemigos por batirme la ortiba verdad. No tenés que aclararme que según vos, me avivé de escalamiento y al escruche fui a parar, mas yo sé dandi, que en el barrio se comentan fulerías para tu mal. Nada menos alejado de los tiernos brotes cizañeros de la colmada dicha de aliviar lo falso, entendé, un día verás nevar tu cabeza y a tu hermana y a tu vieja, llorarás. De cualquier manera, o sea a la bartola, con un sutil mover el hombro se sacudió la hiel, lejos de la gran ciudad, que lo vio nacer. Ladrillo. Yo no dije ni mú, en especial porque entero el diálogo se me daba por adentro, mientras nuestro paladín montaba ágil el manso taburete y por medio de una y mil señas venturosas se quitaba, como en verónica taurina, la serpentina, nerviosa y fina que le habíamos arrojado, del palco hasta el coche o al revés. Su pelada de acero nos cegaba, a todos menos a su alumno de alemán que famosamente no lo pudo ver, porque no estaba, tal vez confiado en la ceguera del azar. Será la próxima y así enredar su emoción entre vueltas y requiebros galantes, etcétera etcétera.
Yo no abundaré en detalles plomizos, así comenzó la lectura. Casi todos conocemos el texto escogido, parece que por su novia, aunque preferimos entender que quien lo escribió fue él y no ella, texto que trata de los duros y encontrados sentimientos nacidos con la muerte de su analista. No vienen al caso, son un florido panorama, un abanico de nauseabundos golpes bajos y acaricies de una erudita vanidad, que desde ya lo enaltecen, pues yo no podría haberlo hecho. Y después de todo, desfilan por mi memoria los recuerdos a montón, y siempre lo he repetido aquí y allá, con tu pobre origen has paseado el universo, donde cuántos fieros desengaños, nos van abriendo una herida, nocierto. No cualquiera consigue y no te hagás la víctima, mentar a la madre, al padre y a la hermana, es decir a la famiglia, dejate de locuras, muchacho, para qué están los amigos. Una psicóloga falleció, no lo negamos, no nos da el cuero para no ser quién para proponerte, como con bronca y junando, la adversativa, ni tampoco afirmar algo que no, nada ni ninguno. Esto se presta probablemente a la confusión, es decir, puentecito de mi rio, que comprendemos mejor que nadies, que para abrirte paso has tenido que ser brujo y entre la gente de avería, patrón.
Mismo el deleite de sus muecas generó una corriente parasimpática que no tardó en sobrecoger a la audiencia, quien en la figura de un flaquito se reía tras el remate de las frases, incluso de algunas francamente lacerantes y penosas como "una falda más esquiva que sonrisa de botón", que medio no daba. Desubicados de siempre. Un cachitín se lo perdonaron, también por contagio, pero finalizamos completamente emocionados de no haber entendido demasiado, lo cual es indicio irrebatible de tu casita blanca, rincón donde queda esperando un amor. En fin, es alargar sobremanera una secundaria parte irrelevante y lateral, accesoriamente frívola de la verdeadera razón del loor y además la olorosa gloria de aceptar el convite en su momento, acaso la única (razón). El disertante prometía tras romper los vínculos literarios, cena o pípara, y a su vez, pagarla. Teníamos por tanto todo a nuestro favor, porque eramos poquitos, un puñado de valientes, que endulzaron mi letargo gris, y ya le entrábamos con la baba de los dientes a la billetera de nuestro matagalán. Él jamás reculó, todo lo contrario, puso la espalda bien al frente para remontar el barrilete del instante, complicado y enojoso: la gente se hambreaba y se avizoraban conatos de rebelión, que yo en vano pugnaba en sofocar, al decir un "a mí qué me importaba tu pasado", pero fue estúpido aullar lo innecesario, ya que la masa se avenía y aíba para el restorán democráticamente elegido por él. Así, salimos de payasos a vivir, provocando hilaridad MAYÚSCULA nuestras piruetas y viejos ardides que aprendiéramos cuando saltimbanquis, allá en el tiempo del jopo peinados al agua florida, cuando era linda la vida y mi colegio un (e)stud, o sea, donde e(stud)ian los caballos.
Ya es hora de hablar de nuestra compañía, toda femenina por cierto: la amada del prelado, Gabriella mamma mia qué Panedolce, la ya mencionada Lulúc, que luego hablaría largo y tendido de su egorroto, y una delicada
no sentí ni fuerzas para odiarla, que me acusó soberbiamente de timarla en la suma (escandalosa?) de 1 peso. Monedita que hizo, como un funesto símbolo, de plano sucumbir mil billetes y mi amor, porque mi reputacion a la basura por una nadería, sentís que se te achica el alma y sabés lo que es llorar, llorar por una mujer. El maldito peso de sus palabras fue repuesto, mejor dicho existió la intención, pero ella demostrando ser cruel como antaño las damas con los caballeros enamorados de las justas y torneos que rompían lanzas y garompas (garrotes, sori), lo rechazó sin más. Y allí lo sentí tremendo, oh manicura, el escarnio en las uñas. A todo esto, mi compadre, mi paredro, mi perlas sin la concha del recuerdo, ni ninguna otra que yo sepa, a no ser que... bueno, nosotros o el resabio de lo viril dado, acordábamos sin siquiera decir bocado en cómo se pianta la vida del muchacho calavera. Y en especial tildamos las ausencias, por un lado la de no le digas que la quiero, porque ya me da vergüenza y por otro, si acepta, la de su boca una esperanza. Dos inmensas bolas faltantes, la una por cuestiones subyugales, la otra por la mascota vacunicia (va-ca-yendo con pichicho a la veterinaria). Siempre y cuando, con acento de reproche nos dimos al valor, para afrontar el merecido festejo con las hembras que nos quedaban más a mano. Era poco pero hubiera valido la pena, si habríamos salido corriendo, cosa que no hiciésemos por puros cavilares caballerescos, o caballeros capilares, algo del estilo.
Taconear de bailarines, una de peringundines, además del bodegón infecto de Cervantes (Ceferino) cerrado a nuestro estómago pulsante y sobre todo el payador en bici te das una vida mejor que un pashá, nos condujeron a un pobretón chino tenedor libre para poligriyos y misios, más conocido en su versión inglesa del tipo "all you can fuck" (España: todo lo que Ud. pueda coger, vale?). Se comió entredientes, un copetín para brindar por la mujer que más amé, y con orejones sordos a las críticas devastadoras sobre el mondongo "conozco muchos que, después de criticar, se fueron a clavar en un cariño", de un guiso de morondanga, logramos combinar una idea rectora, a pedido de Lucy Fuerza conmemorar la ruptura de su yo, si algún puñal relucía buscando dónde anidarse, con un sicalíptico asadito de mi factura (el churro a su disposición); antes de que pudiera decir: me deshice de los chiches y al oficio lo archivé. Asentí mientras me masticaba un bofe de rata en compota de gelatinas, exquisito por cierto, y fue cuando en pos de un sueño loco caí en la cuenta, pues últimamente estoy hecho una pendiente donde los sueños se van. Tragué y volví a asentir con mi mejor sí, quiero; y tuve que tomar la servilleta pues nuestro cerril comedor, patotero, rey del bailongo, patotero sentimental me afanó mitad de mi pato a la mequetrefe de hotel y me salpicó las alas de niño bien pretencioso y engrupido. Me dio un odio bárbaro, todo se abisma en el pasado, sombra más fuerte que la muerte, paso que vuelve del fracaso y fue el anticipo del final.

Cucurucho de por medio, chocolate avellanado y ultrasalbayón, que costó lo que se dice un huevo o al menos la mitad de la cena, y aquel malevo que fuma más que su vida mistonga como un pucho el toscano consumió. Nos despedimos en la abolición de la Ley que obliga a los colestrivos a detenerse en cada esquinas de barrios porteños luego de la medianoche, y la noche amiga me trajo al centro, la misma noche me devolvió a un callejón en Pompeya y un farolito plateando el tango. Cigarrillo y mate, mate y cigarillo, me aflojaron los abriles y al final me jubilé, como dijo Juan Tango de Garrón, andaba solo y arrió su carro de carnicero, todo color esperanza, metálica montura el tiempo siempre la amansa; los años de la infancia pasaron, pasaron. Bailando nos enamoramos y se perdió con sus diplomas quién sabe con qué pena en las brumas del olvido que bajo las parras, cien acordes de guitarras puso en sus ojeras, humo de la hoguera de su corazón, como un pintoresco broche se pintó la boca por besar un clown.
Después,
gira la noche en el horario
rueda la pena de un tranvía
viste de azul melancolía
un fantasma de neblina
envuelve de fina penumbra el café
llora la noche en su agonía
será la triste y lejana
será su voz que me nombra
será el amigo vencido
que ayer nomás

me dio un abrazo llorando
con la mueca del pesar

viejo, triste y sin calor.

0 Comments:

Enregistrer un commentaire

<< Home