lundi 16 janvier 2006

Al desvalvar, tarzando por lo bajo te buscaba
El mono en la aya viva y adentro de mi madre,
Quien también doliente con sus uh-uh
Me reconvenía (como hacen estas individuas):
Estudio, aplicación y progreso, nene
Formarse no es para todos y hay mucho
Mono pordiosero y atorrante;
Pero yo... comenzaba a decir,
Y ella nada: tumbaba los belfos
De la peluda boca simia, redondeada.
Pero yo, ahora pensando la iniciante
Frase de mis súplicas suplicias, por ventura
Pedíame saber de dónde era venido,
E iba, o destinado a platanar por siempre,
Mono triste y sombra de normalidad
De mis comebanano hermanos, que amaba.
Eres el Rey de la Selva, un niño hermoso
Aunque lampiño y rosadito, y debilucho
Comprenderás mi amargo sino, hijito mío
Que saliste a tu madre, no de ella o no
De mis tripas no, de mi primate amor de mona.
Haz como el famoso, Lucho ve a recorrer
Mundo, selva, lagos, tempestades,
Hasta que un día te hallarás en medio
O al borde de las tapias y aceras, de las feas
Ciudades cementicias.
Te acordarás de mí entonces, la mona
O como tú prefieres: vieja o la chichita;
Y del pan con manteca rebozado, en el azúcar
Esquivando el mate, cimarrón, ceramicado
Y con un blanco relieve de caballos;
Ay querido, qué fatal es este instante
Y que tan necesario, para ser Rey
Primero harás tu siervo, de los pisos
De los baños sólo para ricos,
Donde pronto en algún tacho infecto
Se te revela la banana, sin la cáscara,
Sin nada, doblada y encima, masticada.
Me recordarás entonces, mono enano
Tal vez entre lágrimas mal reprimidas,
Con pesar y con nostalgia.
Anda, Selvo Rey, a proyectar sin documentos
En la clandestinidad, entre villeros
Y en el vicio de sus cumbias de adicción,
Ve, te ruego, prueba, vive allí y espero
Puedas hacerte de una buena (más o menos)
Compañera de tu gusto, bella y noble,
Que sea una monada,
Y entonces, ten monitos rubiecitos
Y vuelve a dar un beso a cierta mami
Y un abrazo cariñoso pal monaje.

lundi 9 janvier 2006

Atormentar a los personajes del cuento no es, con un no que afirma, justificando sin querer, no es otra cosa que un comienzo de un cuento. Distinto sería, esto es una apreciación, abrir el juego de la escala de valores, capotear palabra tras palabra para hacer que pase el tiempo. Divertirse, masajear a través de la abundancia de situaciones la carne de pensar, entretener el cacumen, para hacer que pase el tiempo más rápido.
En fin, hay muchas maneras de proponerlo. El costado sádico, cruel de mentira, la saña para con, como quien experimenta de puro aburrido e ignorante, es una (manera). De tratar a los que habitan saltando las páginas y que son existidos. Otra es darle tupido al amor y perfumar de rosa, un poco con sorna y circuncisión, la del cercenaje desinteresado, que busca las mieles fantasiosas de los sentimentales. O la parrafada, también válida y ponderada. Largando las oraciones y superdetallándolo todo. El dedo meñique puede ocupar capítulos mientras se despereza en la mano de Uno. Una piensa y construye un castillo de naipes, de piedra, de papel, lo sopla, la piedra cae, lentamente, sobre una pradera o lacustres orillas y pajas que producen el miedo de las aves. Volando. Concluye la torre del castillo, de papel soplado, depositándose bajo el manto de tibias corrientes de aire que no corre, suspenso siempre suspenso, sobre las praderas, más verdes praderas que nunca. O al foso del lago y azules, profundos sus enigmas. Alguien lo vio, en el sueño de la pensante, alguien insólito (una presencia sobrenatural tal vez), no habría crítica alguna que oponer porque en estas caballerías las presencias da lo mismo -o poner- que sean de sangre o -pongamos, de moral. Azul rosado y así sigue, denso pero atrapante, y se sabe que no se considera lector, oficialmente, al cobarde que abandona un libro, inclusive los parlamentos (están enmudeciendo) de los estados de derecho propugnan leyes no escritas para condenar (con la horca si pudieran) estas infamias. La mudez es ante el ejecutivo.