mercredi 7 janvier 2009

El Hada Helena, titula cualquiera, fragmento, nada

Encaró, encaminó, encaramó /se sin violencias porque tal/ y como dizquen, no recaliente/ “la procesión, vapor dentro”/, para su granero letr(in)oso donde hasta los gatos más burros iban a hacer pis y se detenían a leer, los más burros más, al punto tal que ya no se sabía cuál era su intención, si análisis, de orina o instructiva. Entró ella y salió. Se estaba pillando pero a gatas se aguantó, era casi como mear contra la pared de una biblioteca: una chanchada. Al salir mostraba su rostro, untada la frase, cualquiera diría (cualquiera?) encremada: frugal impasse y cara la amnistía tocante a los déspotas azares, cualquiera! Mientras tanto, encababa su varita en un instrumento largo de acero, un formón o escoplo de la carpintera, y ya se adivina, hada Helena, como quien disque (cualquiera?): la tralé con gresán tentra. Ajusticiar! Ajusticiar! Y otros cantos se escuchaban por detrás, los trebóls o las flores de un día, cebados en la masa que no piensa, se muere por ajusticiar, incluso sin justa y sin justicia. Toda justa, es toda literaria. Si vamos al caso, relativamente (al caso) Helena cundía en un enojo, porque salió de lo más pancha con su varita de sangrar. Ella era incapaz, de qué: de enfurecerse, de dejarlo pasar y desangrarlo, al responsable. El local de la quiniela, Helena, y unos agoreros pájaros permanecían parados, calladísimos, pero no sacaban de su encima la mirada óptica como la fibra misma, sobre los cables de teléfano.

televicidio filial o la revulsión del vomitófago

¡Ay, madre mía, sacúdeme lo falso!
Tanta angustia me devasta, las injurias
Me asesinan, ya se erige mi cadalso:
Con tu nombre marcado en mis penurias.

Si de agradecerte la vida no me canso,
¡Ay, madre mía, pariste melliza mi agonía!